Respondiendo algunas preguntas sobre conducción eficiente

En el presente artículo responderemos algunas de las preguntas más comunes  que nos hacemos cuando reflexionamos acerca del concepto de conducción eficiente.

¿Qué es la conducción eficiente?

Es una de las nuevas técnicas disponibles para conducir vehículos y que nos permiten varios ahorros, por ejemplo, bajaremos un 15 por ciento el consumo de combustible, aumentaremos la seguridad en la conducción, reduciremos las emisiones de gases contaminantes, etc.
La conducción eficiente se está introduciendo en los distintos sistemas educativos y en la obtención del permiso para conducir, tanto de los aficionados como de los profesionales. En pocas palabras, el concepto de conducción eficiente está al alcance de todos.

¿Por qué surge la conducción eficiente?

Surge en varios países de la Unión Europea (UE) acompasando el estilo de conducción a las modernas tecnologías utilizadas en el diseño y fabricación de vehículos.
En algunos países como Holanda, Alemania, Suiza o Finlandia comenzaron a experimentar con una serie de técnicas para ajustarse a la producción de nuevos vehículos.
Una vez que reunieron una serie de técnicas de conducción eficiente, la UE a través de la Comisión Europea, se encargó de difundirlas a otros países de su entorno.
Por ejemplo en España, el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE) es el organismo encargado de implementar y difundir las técnicas de conducción, trabajando junto con las autoescuelas, los clubes automovilísticos, las asociaciones de transportistas y las compañías aseguradoras.

¿Qué recomendaciones debo seguir para lograr una conducción más eficiente?

Hay diversas recomendaciones, todas ellas están disponibles en este blog y son de fácil consulta para todos los visitantes.
Se refieren al arranque y puesta en marcha del motor, a la primera marcha, a la aceleración y cambio de marchas, a la velocidad de manejo, al frenado o desaceleración, a las detenciones o paradas, a la actitud de anticipación y previsión de conflictos, a los consejos de seguridad y como evitar los mayores consumos de combustible.
Una recorrida por estos elementos es muy recomendada.

La velocidad como enemigo del conductor

En los tiempos que corren la velocidad es uno de los principales enemigos del conductor. Hablamos del estrés y la desesperación que se apodera cada día de nosotros en interminables trayectos, donde los atascos del tránsito nos retienen sin mayores posibilidades de que alguien nos rescate.

Cuando esto ocurre, unos pocos metros libres de calzada se convierten en nuestros aliados y deseando llegar al destino empezamos una serie de aceleradas y frenazos para nada deseables.

Este tipo de conductas sabemos que riñen directamente con la conciencia ecológica que debemos mantener.
Por eso hoy sentimos que debemos reforzar un poco más el respeto a nuestro entorno.

Una de las primeras ideas que tenemos que desechar es que si tenemos varios años de permiso para conducir cada vez manejamos mejor.

Debemos medir nuestro desempeño haciendo uso de otros parámetros, no solamente de nuestra antigüedad como conductores.

Reflexionemos acerca de nuestro comportamiento relativo a reducción del consumo de combustibles fósiles, al aumento de la seguridad en el manejo, al confort, a las disminuciones de dióxido de carbono y a lo que hacemos para obtener un menor costo de mantenimiento de nuestro vehículo.

La clave es la superación de algunos vicios que nos pueden estar impidiendo un uso sostenible de nuestro automóvil.

¿Cómo podemos enfrentarnos a esto?

Podríamos repasar algunas herramientas útiles:

  • Circular en marchas largas, siempre dentro de las revoluciones del motor más adecuadas.
  • No apurar el cambio de marchas cuando aceleramos, esperando a meter un cambio entre las 1.500 y 2.000 revoluciones por minuto en motores de gasolina y entre 1.500 y 2.500 revoluciones en motores diesel.
  • Conducir tratando de anticipando los problemas, con una actitud previsora y manteniendo la velocidad uniforme, logrando seguridad y comodidad en el viaje.
  • Tener siempre presente que si no pisamos el acelerador el motor no consume.
  • Tener en cuenta la contaminación sonora que nuestro motor está produciendo, un solo motor a 4 mil revoluciones hace el mismo ruido que 32 automóviles a 2 mil revoluciones.
  • Hay muchísimas recomendaciones acerca de los neumáticos, relativas a la presión, ancho, desgaste, etc. Debemos armarnos una rutina para revisar del estado de los mismos.
  • Si la temperatura lo permite no utilicemos el aire acondicionado, En la ciudad, su uso sin control produce un 20 por ciento de aumento en el consumo del vehículo.
  • Los filtros de aire y las ventanillas abiertas, junto con bacas para el equipaje, trabajan en contra de la aerodinámica de los automóviles. En ocasiones se puede llegar a incrementar el consumo de combustibles en un 32 por ciento.

En definitiva para bajar el ritmo de trabajo y estrés diario es necesario un tiempo de conducción relajada, sana, desintoxicante de tantas influencias negativas que soportamos a lo largo del día. Si es preciso, pasa la tarde relajándote para evitar aumentar la velocidad en exceso y sufrir algún accidente.

Tú mismo lo sentirás mejor y si viajas acompañado, los que van contigo seguramente lo aprobarán y agradecerán.

¿Puede dañarnos el Airbag?

Hay algunas experiencias reales con los airbag que no dejan de sorprendernos y que no debemos descartar a la hora de evaluar este elemento de protección de conductores y pasajeros.

Hay un caso conocido en el que dos amigos viajaban a velocidad regular por una carretera y de pronto el airbag del acompañante saltó de repente y lo golpeó fuertemente en la cabeza.

Es importante señalar que la ventanilla de su lado estaba abierta y el viento que entraba lo perjudicó, ya que al volumen propio del airbag tenemos que sumarle varias decenas de litros de aire que en cuestión de décimas de segundo le impactaron en la cara.

Esto le produjo daños en un oído y en un ojo, del cual casi perdió totalmente la visión. Un detalle no menor es que en la realización de los crash test siempre se deja alguna ventanilla abierta justamente para estudiar los efectos del aire sumados al de la bolsa.

Analicemos las posibilidades

Desde el punto de vista estrictamente físico el relato tiene asidero, ya que el inflado rápido de las bolsas produce un desplazamiento del aire del habitáculo del vehículo y por lo tanto la presión aumentará. Si la compresión es importante, se puede llegar a lesionar alguna parte de nuestro cuerpo sensible a estos cambios, por ejemplo nuestro tímpano, en nuestro sistema auditivo.

Lo que habría que determinar es cuan grande es el efecto de este aumento de presión y si eso puede llegar realmente a dañar a los ocupantes del vehículo.
Para tratar de darle una magnitud a nuestros cálculos tenemos que suponer que la temperatura del aire a medir no varíe, lo que en el muy corto tiempo que demora un airbag en desplegarse es casi un hecho.

También supondremos que todo el resto del sistema defensivo actúa perfectamente y que la cabina de pasajeros no sufre deformidad alguna.
La idea es que la única fuerza que cambia de un momento a otro es la desplegada por los propios airbag.

Un volumen aceptable y normal para una bolsa es de unos 60 litros, si suponemos que exploten los dos airbag delanteros y uno es un poco más poderoso que otro porque no tiene el volante de por medio, estamos hablando de unos 150 litros.

Dentro de la cabina tenemos aproximadamente unos 3 mil litros de aire, aunque obviamente esto varía de acuerdo a los modelos.

Nuestro fuerte no es la física, pero créanme que con estos datos, la variación entre el momento anterior y el posterior a la apertura de los airbag es de tan solo el 5 por ciento del volumen.
Esto equivale a sumergir la cabeza en una piscina a unos 55 centímetros de profundidad.  Si alguna vez lo hiciste y no te dañaste los oídos o los ojos, un golpe del airbag tampoco lo hará.
Resumiendo, el airbag no debe producir ninguna lesión de consideración porque su efecto es leve, el golpe es muy rápido, no es violento.

De todas formas, si el cuento que nos hicieron fuera cierto, no quiero ni imaginar como hubiera quedado su cabeza si se golpeara contra el volante o el parabrisas.